Todo al revés: La política Disney
Héroes, villanos, soluciones mágicas y finales felices. La política argentina pretende ser un cuento de hadas y las consecuencias están a la vista. ¿Cuándo nos tocará crecer?
Augusto Salvatto
15 de marzo de 2021

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Ilustración: Rat & Mouse del artista español Roberto Argüelles. LA FIAMBRERA ART GALLERY / Madrid.

La política está virando aceleradamente hacia el modelo narrativo de las películas clásicas de Disney. Aquellas que, incluso la propia compañía de entretenimiento norteamericana ya no desarrolla por ser demasiado simplistas. Y esto no es solo un fenómeno propio de Argentina, sino que se repite con mayor o menor intensidad en todo el mundo.

Lamentablemente para aquellos que se benefician de la simplificación, y haciendo gala de un cliché justamente atribuido a los politólogos, el mundo “es más complejo”. Pero “que se le va a hacer, ¿vio?” el prime-time televisivo, los 15 segundos de las Instagram stories y los 248 caracteres de Twitter son tiranos. Así que, ¡Disney al rescate!

Buenos y malos

En el maravilloso mundo de Disney, la realidad está claramente dividida entre buenos y malos. Y, por suerte, no es demasiado difícil darse cuenta quién es quién. Una pequeña guía para desprevenidos: Los villanos son esos que levantan mucho la voz, tienen un muy mal temperamento y generalmente están rodeados de un ambiente gris y lúgubre. ¿La verdad? Hubiera sido más honesto poner un cartel de neón fluorescente que diga “Este es malo, no te acerques”.

Riot Police, obra del artista surrealista pop estadounidense Geoffrey Gersten.

Pero la principal característica del “villano” no es ninguna de esas. Su esencia más profunda, y lo que verdaderamente lo transforma en villano es que ni siquiera necesita una excusa para ser malo: Hacen el mal por amor al arte. Y tampoco tienen una excusa para buscar más poder: Necesitan el poder por el poder mismo.

En su visión simplificada y acotada de la realidad, nuestros políticos Disney – así como los héroes en los cuentos de hadas- necesitan su némesis del otro lado para demostrar que ellos son los buenos. De lo contrario, perderían su trabajo. Y no hay nada peor que un héroe desempleado. Si no estás con ellos, entonces inmediatamente te cabe el mote de villano. Y, siguiendo nuestra lógica, no necesitas un motivo para hacerlo: Vas a hacer el mal porque te gusta que la gente sufra. Punto pelota.

La estrategia de confrontación, llámese amigo-enemigo, pueblo-antipueblo, o héroe-villano, no es nada nueva en política, pero en los últimos años se ha vuelto una constante. Y, aunque efectiva desde el punto de vista de la campaña, suele tener varios problemas a la hora de gobernar. La democracia se trata de acuerdos, y difícilmente La Sirenita y Úrsula se puedan sentar a rosquear una ley.

Héroes y salvadores

¿Un dragón gigante amenaza nuestra ciudad? ¿Llevamos una década de estancamiento? ¿Nos enfrentamos a una pandemia? ¡No te preocupes! El héroe llegó al rescate. Por suerte, Él, y su selecto grupo de heroicos filántropos y amantes de la humanidad están dispuestos a salvarnos a todos.

Por suerte – o desgracia – el camino del héroe en las películas de Disney no es tan complicado como el del Quijote. Los buenos siempre ganan, y la sociedad puede estar tranquila de que, dejando las cosas en manos de los héroes, nada puede salir mal. Porque son buenos. Son exagerada e irrealmente buenos.


Los artistas argentinos Marianela Perelli y Emiliano ‘’Pool’’ Paolini utilizan una técnica mixta sobre un muñeco Ken para representar un Mickey Mouse religioso.

Como si fuéramos a creernos que Blancanieves nunca se levantó con el pie izquierdo o Aladdín nunca le dijo de todo a uno que se le quiso adelantar con la alfombra. Vamos, muchachos.

En la política, la lógica del heroísmo o del buenismo funciona de una forma más o menos parecida. “Nosotros – y solo nosotros – podemos gobernar mejor que ellos porque somos buenos”. O peor: “Nosotros podemos mandarnos alguna que otra porque, en el fondo, queremos el bien de todos” “¿O qué prefieren? ¿Qué venga el villano?”.

Soluciones mágicas y finales felices

Pero si hay algo que a los héroes les encanta, y que prende mucho en la onda Disney, son las soluciones mágicas que vienen atadas a los finales felices. Una espada mágica, una pócima secreta que nadie conocía o el deseo pendiente de un Genio salido de la lámpara.

Absolutamente todo – incluso la muerte – tiene solución. Pero esas soluciones no requieren grandes esfuerzos, trabajo duro, o consecuencias indeseadas para la sociedad. Por arte de magia todo va a estar bien. Hasta el propio Hércules en formato Ricky Martin de 1997 se liberó de sus tediosos 12 desafíos. Un par de flexiones de brazos y listo.

¿Para qué vamos a aburrir a la sociedad con los tecnicismos de lo que podría salir mal? ¿O desalentarla diciéndoles que estamos muy complicados y que difícilmente podamos solucionar sus problemas en cuatro años? Si podemos prender la economía y bailar Gilda en el balcón. Con fe y con esperanza, que el resto se arregla. Si me votas, claro.

Parecería haber un mensaje implícito en la política que dice algo así como que Ganar es simplificar. Claro, el problema es que gobernar es otra cosa. Y mientras El Arte de Ganar lo podemos comprar en una librería, El Arte de Gobernar se habrá perdido en la imprenta. ¡Una lástima!

Las consecuencias: Una sociedad apática y descreída

“Subliminal message”, de Geoffrey Gersten.

Cuando somos chicos, los cuentos de Disney nos fascinan. Queremos ser héroes, princesas, heroínas y príncipes. Nuestra inocencia infantil nos abre un mundo de posibilidades. Pero cuando crecemos y nos damos cuenta de que no hay una pócima para gustarle a alguien, o una varita mágica que nos haga aprobar un final, el castillo de naipes se desmorona. Cuando descubrimos que Papá Noel son nuestros viejos, que ahora están “endeudados hasta acá” por comprarnos la bici, no nos interesa más ver las pelis de Disney. No les creemos nada.

Y eso mismo pasa en una sociedad que consumió demasiadas horas de política Disney. Hoy, una buena parte de la sociedad argentina demanda nuevos héroes. Pero es responsabilidad de la dirigencia no cumplir ese deseo. Sino más bien terminar con los héroes, los villanos, los salvadores y las soluciones mágicas.

Decirle adiós a la política Disney es crecer. Y ya viene siendo hora.

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