Chick Corea se fue a tocar otra vez con Miles Davis
Uno de los grandes del género musical popular que más se acercó a la música clásica. Trabajó con otras leyendas como Gary Burton, Herbie Hancock y Keith Jarrett. Adoraba la salsa y el flamenco.
Jorge Marredo Rosa, Universidad Internacional de Valencia
15 de febrero de 2021

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Jorge Marredo Rosa, Universidad Internacional de Valencia

Armando Anthony Chick Corea, pianista, compositor y alma del jazz, falleció a los 79 años. Un cáncer poco común que le fue descubierto hace poco le arrancó de unos escenarios que seguía pisando, poniendo fin a una carrera de seis décadas en las que ganó 23 premios Grammy y alcanzó la cumbre entre los grandes del género, tocando con otros grandes como Miles Davis, Herbie Hancock, Anthony Braxton, Stan Getz o Paco de Lucía. 

Chick Corea escribió un capítulo importante de la historia del jazz. El ritmo y el estilo que conforma un relato extraño en el que una mayoría silenciada, los norteamericanos afroamericanos, comienzan a gestar la llamada Música del Siglo XX, es decir la que para muchos ha sido la aportación más importante de la música popular a la música culta (si es que hoy en día tiene sentido hablar de esta distinción).

Existe cierto consenso en considerar a Buddy Holden el primer músico de jazz propiamente dicho. Pese a que no existen grabaciones de él, esa mezcla primigenia de ragtime y blues se considera el caldo el cultivo del jazz posterior. Así, en sus orígenes, el jazz era una música jovial y festiva, muy alejada de la imagen intelectual que proyecta en la actualidad.

Durante la primera mitad del siglo XX, se comienza a enriquecer con aportaciones de muy distinto tipo, ya sean armónicas, melódicas, tonales, etc. Incluso el público blanco caucásico comienza a apreciar este tipo de música, disparándose por tanto su producción y distribución por los canales de mercado y surgiendo artistas tremendamente populares como Fats Waller, Bix Beiderbecke o el más famoso para el público general: Louis Armstrong, figura seminal en la evolución del jazz.

La imagen del jazz comienza a cambiar de forma radical a partir de los años cuarenta y cincuenta. Los arreglos, las interpretaciones y la calidad de las grabaciones se empiezan a volver más refinados gracias al trabajo de artistas como Duke Ellington o Earl Hines.

La creciente aceptación y valoración por parte de la intelectualidad y la comunidad artística europea van perfilando la actual imagen sofisticada del jazz. En paralelo, se inicia un camino que culmina en los años sesenta con la inclusión de elementos conceptuales, y sobre todo de reivindicación en cuanto a su propia negritud y como vehículo de expresión para artistas discriminados en EE.UU. por el color de su piel como Charles Mingus, Thelonious Monk o Max Roach.

Chick Corea Akoustic Band en el Festival de Jazz de San Javier. CC BY-NC

La contracultura y la consolidación en la música popular

Es en este proceso de sofisticación y reivindicación en el que resulta vital la aparición de un joven, Armando Anthony Corea (“Chick”), nacido en Massachusetts en 1941 en el seno de una familia de origen italiano. A mediados de la década de los sesenta, el joven Corea comienza a dar sus primeros pasos con grandes nombres del jazz de la época como, por citar solo algunos, Lionel Hampton, Herbie Mann o Stan Getz.

En unos años se hace un nombre en el panorama del nuevo jazz, y logra llamar la atención de Miles Davis, que lo incluye como pianista primero y como teclista después en su famoso e influyente quinteto (la cantera de músicos en general a los que Miles Davis dio visibilidad daría para otro artículo, pero en cuanto a pianistas y teclistas se refiere, además de Chick Corea, en aquella época pasaron por su grupo Joe Zawinul, Herbie Hancock, y Keith Jarret todos ellos convertidos en referentes musicales tras su paso por el grupo de Davis).

El genio estético de Davis y la visión estratégica que tenía del negocio de la música le llevan a darse cuenta de que la música eléctrica con elementos de rock y del incipiente funk es hacia donde debe conducir al quinteto. En la segunda mitad de los sesenta, comienza a introducir instrumentos eléctricos en el grupo, consiguiendo dos cosas: por un lado, disgustar a los críticos de jazz tradicional, y por otro, ir ganando un creciente público entre los jóvenes blancos consumidores de discos.

Este proceso de popularización del jazz tiene un punto de inflexión con la publicación de In a Silent Way en 1969 y, sobre todo, de Bitches Brew en 1970. Ambos discos suponen un gran éxito a todos los niveles y la popularidad de esta formula llega a casi todo el mundo. El jazz conquista así la cultura popular de masas, y genera de paso un nuevo estilo el llamado jazz rock, jazz-fusión o crossover.

Con Miles Davis en 1970.

El éxito del Jazz Rock y la consolidación de Chick Corea

A principios de los años setenta prácticamente todos los músicos que pasaron por la banda de Miles Davis forman sus propias bandas. No obstante, hay tres agrupaciones que desarrollan su fórmula musical con gran éxito e influencia: la “Mahavishnu Orchestra” (liderada por el guitarrista John Mclaughlin); “Weather Report” (con Joe Zawinul al piano y teclados y Wayne Shorter a los saxos) y “Return to Forever” (liderada por Chick Corea).

Si bien Chick Corea debuta como solista en 1966 con su disco Tones for Joan’s Bones, con gran éxito de crítica, no es hasta estos años en los que se consolida su carrera. Partiendo de un sonido deudor del grupo de Davis, los primeros discos de Chick Corea van asentando su sonido y también le hacen embajador de dos nuevos instrumentos de novedosos sonidos: el sintetizador, y sobre todo del piano eléctrico. De este último se convierte sin duda en el intérprete más famoso de aquella época, convirtiéndose el cálido sonido de este instrumento en seña de identidad del género. La electrificación progresiva de su sonido culmina con el disco Romantic Warrior (1976), que también supone un punto de inflexión a partir del cual Corea comienza a experimentar con otras estéticas.

Si lo anterior ya sería suficiente para situar a Corea en el podio del jazz, durante parte de los setenta y los ochenta graba una serie de discos con el piano, tanto acústico como eléctrico, como protagonista, que lo sitúan como un referente: Piano Improvisations 1 y 2 de 1971 y 1972; Crystal Silence de 1972 (junto al vibrafonista Gary Burton); An evening with Chick Corea y Herbie Hancock y Friends de 1978. No faltan grabaciones con otros formatos de grupo donde caben también las orquestaciones, como el caso de The Leprechaum de 1978 o Lyric Suite for Sextet (de nuevo junto a Gary Burton) de 1982.

Jam Session con músicos latinos. Amaba la salsa y el flamenco.

El corazón español de Chick Corea

Otro aspecto que aporta valor a la obra de Corea es su gusto por fusionar el jazz con otras músicas. Desde muy pronto declaró su amor hacia la música latina y muy especialmente hacia el flamenco. Ya en 1972, su tema La Fiesta daba buena fe de ello. Bien conocida era su admiración hacia Paco de Lucia, con quien colaboró en varias ocasiones, así como otros músicos cercanos a este estilo como Carles Benavent, Jorge Pardo o Niño Josele. En muchas ocasiones declaró su amor por España y cómo, a su manera, sentía que tenía corazón español, dejando testimonio en uno de sus discos más conocidos y notable como es My Spanish Heart de 1976.

Chick Corea, fallecido este 9 de febrero a los 79 años, ha sido una figura compleja y rica, con un legado e influencia importantísimos en las nuevas generaciones de músicos y en la difusión del jazz, el mestizaje musical y la tecnología musical.

Sabedor de que llegaba su final, dejó escrito un epitafio de agradecimiento a quienes han mantenido vivo el fuego de la música. “Espero que aquellos que tengan el deseo de tocar, escribir, actuar o lo que sea lo hagan, si no por ellos, por nosotros”, afirmó. Y recordó que su misión “ha sido llevar la alegría de crear allí donde he podido, y haberlo hecho con todos los artistas que tanto admiro, habrá sido la riqueza de mi vida”.

Jorge Marredo Rosa, Profesor asociado en Universidad Internacional de Valencia., Universidad Internacional de Valencia

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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